Reseña publicada en el nº 77 de la revista cultural El Cuaderno.
CÓMICS CON MUCHO ARTE
Exposición “El arte en el cómic”
(Fundación Telefónica, 18/02/16-15/05/16)
Por
fortuna, la presencia del cómic, aunque con retraso, se hace notar cada vez más
en España, no sólo en cuanto a producción y calidad, sino en su reconocimiento
por parte de museos e instituciones culturales como manifestación artística
dotada de un potencial expresivo tan legítimo como cualquier otra que sea
objeto habitual de eventos culturales. Es evidente que las formas en que aparece
el arte (la pintura en este caso) en el cómic son tan diversas como
inagotables, y abarcan desde la plasmación más o menos fiel de los cuadros como
un elemento presente en la narración, hasta la adopción por parte de los
autores de técnicas o figuras pictóricas que aplican a su estilo creando
combinaciones sumamente interesantes, pasando por aquellos guiones directamente
ambientados en la época y la vida de un pintor concreto. Con el fin de agilizar
esta gran variedad de vertientes expresivas, la exposición se divide en tres
bloques: “El cómic se cuela en el museo”, “La colección Telefónica se convierte
en cómic” y “La pintura en el cómic”.
La
primera sección es el reflejo del creciente interés que despiertan los cómics
dentro de espacios tradicionalmente dedicados a formas de arte más consagradas.
Como es lógico, las práctica totalidad de muestras de la toma de conciencia por
parte de los centros de arte hacia el cómic viene de Francia, país con sólida
tradición tanto en la creación y lectura de bande
dessinée, como en la inclusión del estudio del cómic en el mundo académico.
Así, grandes museos parisinos como el Louvre y el Museo de Orsay, en
colaboración con la editorial Futuropolis, han publicado desde 2005 y 2014,
respectivamente, sendas colecciones dedicadas al protagonismo de los museos y
de sus obras dentro de los cómics. Fruto de esta colaboración fue las
exposición Le Louvre invite la bande
dessinée (2009), dedicada a mostrar los originales de la colección dentro
del propio museo que las había inspirado.
Dentro
de las obras versionadas, es ineludible la celebérrima Gioconda, tanto desde la técnica más ortodoxa de Bernard Yslaire,
como desde la perspectiva desenfadada del gran Nicolas de Crécy. En el caso del
Louvre observamos una reproducción más fidedigna de las obras, que aparecen en
su formato original en las historietas de Éric Liberge y Christian Durieux, así
como en la original creación de Enki Bilal, Les
fantômes du Louvre, en la que el autor realizó fotografías a algunas de las
obras del museo para dibujar sobre ellas inquietantes rostros fantasmagóricos e
imaginar historias ligadas a cada cuadro. En el caso del Museo de Orsay la
integración de la pintura en el cómic es distinta, puesto que Catherine
Meurisse y Manuele Fior ambientan sus historias en la época impresionista,
sirviéndose de las obras de Monet y Manet como escenarios y personajes, en
línea más cartoon y desenfadada en el
caso de Meurisse (Moderne Olympia), y
más realista en el de Fior (Les
variations d’Orsay).
Una
idea similar fue seguida por Paloma Alarcó, comisaria de la muestra Mitos del Pop celebrada en el Museo
Thyssen en 2014, al sugerir a Miguel Ángel Martín como autor de un cómic con
motivo de esta exposición, aunque en este caso la interpretación de las obras
se limita a un recorrido por las obras exhibidas, comentadas por los
protagonistas. Es evidente que los lazos entre cómic y arte Pop son unos de los
más representativos, al ser manifestaciones artísticas coetáneas y al poder
crearse un circuito de influencia recíproca, como bien muestran las obras de
Andy Warhol o Roy Lichtenstein.
Con
motivo de otra exposición, en este caso la gran retrospectiva de Dalí exhibida
en el Centro Nacional de Arte Georges Pompidou y el Museo Reina Sofía, se le
encargó al prolífico Edmond Baudoin el monumental Dalí por Baudoin. La biografía del pintor, los elementos de su obra
y guiños a sus técnicas y cromatismo se fusionan con gran libertad creativa en
un universo de gran riqueza y diversidad, en el que Baudoin hace alarde de su
dominio técnico y de su originalidad compositiva.
La
Fundación Telefónica ha tomado buena nota de estas iniciativas y ha encargado,
a su vez, versiones libres de algunas de las obras más destacadas de su
colección. Tyto Alba nos ofrece dos maneras distintas de encarar esta
interpretación: frente a la reproducción muy cercana al original de La llamada de Paul Delvaux, su versión
de Juan Gris es mucho más libre y fiel a los recursos del cómic, a la vez que
hace un guiño a la composición cubista a través de las viñetas. Por su parte,
Teresa Valero actualiza La cantante,
de Juan Gris, al rodearla de un espacio negativo con forma de horda de groupies. El gran tándem Javier
Olivares-Santiago García decide dedicar su interpretación de Torres García a
crear una maravillosa página en la que grafismo, línea, dibujo y guión nos
muestran todo su potencial conjunto en la explicación-visualización de la
filosofía artística del artista uruguayo. Ana Galvañ y Juan Berrio se ocupan, a
su vez, de la obra de María Blanchard desde dos ópticas muy distintas. La
primera se mimetiza con el estilo de Naturaleza
muerta cubista para crear un delicado retrato en el que se inserta el mismo
cuadro; el segundo se sirve de la
flexibilidad narrativa del cómic –y de un guiño a la 13 Rue del Percebe- para transmitirnos una jornada de María
Blanchard en su estudio. Finalmente, Mamen Moureau hace gala de su fina ironía
para acercarnos los cuadros de Magritte, Tàpies y Picasso a través de la
inclusión de objetos cotidianos en los mismos, o una interpretación desenfadada
de los personajes que aparecen en los mismos. Es magnífico su desquiciado
autorretrato, tan personal y tan fiel a la vez al Pintor trabajando picassiano.
En
cuanto a la sección dedicada a la pintura en el cómic, la más amplia y diversa,
muestra la infinita riqueza y variedad, y también la frescura, de las alusiones
a la pintura que podemos encontrar en el mundo del cómic sin importar la época
ni el lugar de procedencia. Una vez más, nos encontramos reproducciones fieles
al cuadro original, como hace La voz del
pueblo, de Gustavo Rico y Jorge García, con La carga de los mamelucos; o Espejo
del alma, de Teresa Valero y Juan Díaz Canales, ambientado en la época del
impresionismo, que recoge algunas de sus principales obras. Otros ejemplos parten de la composición y los
elementos de un cuadro concreto, en el que introducen variaciones y personajes,
como es el caso del mítico Milo Manara, que versiona El beso de Klimt haciendo un guiño a su línea perfecta y a su
erotismo explícito habituales. También usa esta técnica otro grande, Arthur
Suydam, quien realiza una magnífica versión de uno de los carteles de Norman
Rockwell en clave zombie. Por su
parte, Jacobo Fernández Serrano evoca la obsesión de Rembrandt por
autorretratarse, introduciendo una metamorfosis por la que el pintor se
transforma en el protagonista de su GatoRembrandt
Harmenszoon van Rijn by himself, y la también mítica El Víbora celebra su número 100 con sus personajes flotando en La balsa de la Medusa de Gericault. Otro
tipo de interpretaciones se inspiran en la técnica o el estilo del pintor y la
obra aludidos, pero realizan una versión más libre y al servicio de la
historieta, como es el caso de Gabor y Juan Díaz Canales versionando El sueño de la razón produce monstruos,
en su Les patriciens, o Miguel
Gallardo, quien en dos páginas de Estados
alterados evoca, según el texto que acompaña a la exposición, treinta y dos
estilos pictóricos distintos.
En
otras ocasiones, los dibujantes deciden tomar elemento conocido de un cuadro e
integrarlo en otro contexto. Así lo hace Santiago Valenzuela, que interpreta
con estilos muy distintos la Torre de Babel de Brueghel dentro de El gabinete del doctor Salgari y Sociedad limitadísima, o la descarnada
versión de El grito que hace Malagón,
dibujando la aterrada expresión en misiles que caen desde un bombardero.
Asimismo, no son pocos los autores que se decantan por hacer a la pintura
partícipe también del guión de sus cómics, centrando la historia en torno a la
vida o época de artistas muy diversos. Es el caso del Goya de Diego Olmos, de La
casa azul de Tyto Alba, dedicado a Frida Kahlo, o de nuevo Santiago
García-Javier Olivares y Paco Roca, que dedican sendas historietas a Picasso,
su Guernika y el estremecedor
bombardeo sobre el municipio. Como es evidente, no podía quedarse el humor
fuera de este diálogo, estando magníficamente representado por las viñetas de
Enrique Ventura y Toni Coromina, que sustituyen los personajes de cuadros
célebres como El geógrafo de Vermeer,
El coloso y Saturno devorando a sus hijos de Goya, o la Creación de la Capilla Sixtina, por
figuras del mundo de la política. Esta misma escena de Miguel Ángel es usada
por el gran José Luis Martín para sus tiras Dios
mío publicadas en El jueves. No
menos descacharrantes son las versiones que Don Julio hace de Las Meninas, que por un juego gráfico y
fonético son transformadas en Las
mendigas, o Gin, con sus damas futbolistas, inspiradas en Toulouse Lautrec
y Velázquez.
Los
ejemplos citados a lo largo de la reseña son sólo una muestra de lo que puede
verse-leerse en esta exposición, pero consideramos que son más que suficientes
para constatar el potencial del cómic como medio artístico por su versatilidad,
su fuerza expresiva, su frescura y el espíritu renovador con el que homenajea y
bebe de la amplia tradición artística anterior con la vista puesta, a su vez, en
la exploración de nuevas vías creativas.
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